Papelucho y el marciano by Marcela Paz

Papelucho y el marciano by Marcela Paz

autor:Marcela Paz
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Infantil
ISBN: 978-9562623315
publicado: 2067-12-31T16:00:00+00:00


De pronto se abrió la puerta del dormitorio y entró algo blanco inmenso y esponjoso que caminaba solo. Era como una nube gigante que se hubiera colado en el dormitorio.

Detrás de ella oí una voz que decía:

—Te traje sólo medio kilo, por ahora, pero mañana puedo traerte el resto…

Y apareció la mamá detrás de la nube.

Mi cuarto quedó repleto de plumavit.

El Choclo y su novia empezaron a ladrar y la Ji a reír.

Det y a mí nos dio hipo, pero de alegría.

Mi felicidad duró esa noche, pero como dormía ni supe que era feliz.

Amanecí atrasado para el colegio, con romadizo y sin nariz, pero tremendo de ideas géniales.

No es que me crea genio, sino que creo que pueden ser ideas de Det, que tampoco es genio, pero piensa distinto.

Como él es egoísta y sé aburre en la Tierra sólo piensa en volver a Marte y ni me deja a mí pensar en otra cosa que el invento.

Yo siempre supe la tabla del dos, pero hoy por su culpa, contesté todo mal. Ni siquiera podía oír lo que preguntaba el profe, porque todo el tiempo me repicaba el ovni, el platillo volador, el plumavit.

—Papelucho, te he preguntado cuatro veces cuánto es siete por dos…

—Son siete volts de amperes supremos… —dije autoservicio.

—¡Atiende, Papelucho!

—Sí, señor…

—¡Contesta mi pregunta!

—¿Cuál pregunta?

—Siete por dos, ¿cuánto es?

—Olvidé la tabla del siete el año pasado —dije.

¡Olvidaste también la del dos! —bramó el profe.

—No, señor. La del dos estoy seguro de que la sé. Pero al siete le tengo alergia desde chico. Me da urticaria.

—¡Al patio hasta que atiendas! —su voz sonó furionda y salí obediente pero retando a Det que era mi turbador. No sabe sacar cuentas y tampoco entiende en electricidad, pero se mete. El profe salió detrás de mí y me llevó a un pilar.

—Escucha, Papelucho —dijo con voz de abuelito de radio—. Tú tienes una preocupación… ¿por qué no me la dices? Soy tu mejor amigo.

Lo miré rotundo. ¿Qué se había imaginado de creerse mi mejor amigo? ¿Y mi padre? ¿Qué les ha dado a todos por ser mis mejores amigos?

—Cuando yo era chico tenía también grandes preocupaciones —siguió hablando porque no contesté y yo entretanto pensaba en lo raro que debió ser como niño con esas tremendas cejas diabólicas y esa boca escupiente—. Dormía mal y no podía estudiar… Hasta que mi profesor, que era un sabio, me ayudó.

—Sí, pero usted no es sabio… —se me salió decirle.

—Eso lo verás cuando me cuentes tu problema. Quiero ayudarte. Desde hace un tiempo ya no atiendes en clase. Tu madre está preocupada. A veces es más fácil confiar en un amigo de afuera que en su propia mamá… Además yo comprendo que ese golpe de tu nariz debió dolerte mucho… —y sacó del bolsillo un caramelo que tuve que comerme.

Mientras con la lengua le sacaba las hilachas y basuras, podía yo pensar sin contestar y pensé que en verdad hay harta gente preocupada por mí. Tal vez me convenía aprovechar que estoy raro para poder hacer tranquilo mi invento y a lo mejor puedo capear colegio.



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